Cuando llenamos de graffitis el Muro de Berlín

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Graffitis en el Muro de Berlín.

Era el mes de mayo de 1990, apenas seis meses después de la caída del muro. De hecho, el muro no había caído del todo, pues todavía se podían encontrar muchos metros de muro intactos en toda la ciudad. Incluidas las cercanías de la Puerta de Branderburgo, donde decidimos rodar nuestro spot de lanzamiento del Suzuki Vitara.

Habíamos viajado hasta Berlín Luis López de Ochoa y yo por parte de La Banda, y los hermanos Agustín y Carlos Mejías por parte de la productora Enigma. La película que íbamos a rodar requería contar con un pedazo de muro largo e intacto, pues nuestro coche debía atravesarlo, rompiendo la barrera entre el Este y el Oeste. En busca de la libertad.

Encontramos nuestro muro, pero lógicamente sin un solo graffiti, pues los alemanes del Este se habían encargado de levantar la primera capa de cemento policromado, para venderlo en pequeños trocitos a los turistas ávidos de conservar un trozo de muro para siempre.

Nuestro equipo de producción consiguió contratar a decenas de graffiteros berlineses, que pintaron de nuevo nuestro pedazo de muro para que saliera impecable en nuestra película

El problema fue que, después del rodaje del primer día, al caer la noche, cientos de berlineses del Este atacaron piqueta en mano nuestro muro para conseguir trocitos de nuestros graffitis., que venderían al día siguiente a los turistas.
Eso nos obligó a reclutar aún más graffiteros que, durante la noche, reprodujeron los graffitis robados partiendo de nuestras fotos del rodaje, para que al día siguiente pudiésemos reanudar el rodaje sin que hubiese problemas de raccord.

Esto ocurrió cada uno de los cuatro días que duró el rodaje de nuestra película. Así que tuvimos que pintar en total 800 metros de muro, lo que supone miles de pequeños pedazos de graffitis falsos que circulan por el mundo como auténticos.

MuroMi pedazo de muro, que reproduzco aquí, creo que tiene un pigmento de graffiti de verdad, ya que lo cogí yo mismo en una zona apartada de la ciudad, que todavía se encontraba virgen de turistas y piqueteros. De todas formas, no puedo poner la mano en el fuego, porque la historia de nuestra película podía haberse repetido en cualquier lugar de ese Berlín que, en aquellos momentos, era una explosión de alegría, de bullicio y de berlineses del Este ávidos de libertad y de marcos occidentales.