Expectativas

Siempre he pensado que lo más importante en la vida son las expectativas. En realidad vivimos por y para ellas y son lo único que nos permite seguir teniendo confianza en el futuro.

En el orden espiritual, la expectativa de una vida eterna permite a los creyentes soportar a veces unas vidas mediocres o miserables y el terror infinito que provoca a muchos la idea de la muerte. En todas las religiones ese acto de fe es una promesa de tiempos mejores, que otorgarán un paraíso de huríes y placeres sin cuento a los musulmanes, una reencarnación más próspera y placentera a los budistas y un cielo de paz eterna a los cristianos.

En el área del amor las expectativas son variadas y constantes. Soñamos con poseer al ser amado cuando aún no es nuestro. Y después, cuando ya lo poseemos, la expectativa de conservarlo, de tener descendencia, o de compartir una vida feliz en su compañía, mantiene vivo nuestro amor, o lo destroza cuando alguna de esas expectativas no se cumple.

En las relaciones sociales es obvio que mantenemos relaciones de amistad en tanto que el amigo o amiga nos proporciona algún tipo de beneficio. Esperamos de ellos que nos apoyen en los malos momentos y que nos acompañen en los buenos. Y seremos sus amigos mientras nos siga interesando el beneficio de su compañía. De hecho, muy pocas amistades sobreviven cuando los amigos pierden su estatus económico, o su salud, o simplemente su capacidad de hacernos reir o de aguantarnos en los malos momento.

Si estamos en una discoteca y queremos ligar, aguantaremos mientras duren las expectativas de encontrar a alguien interesante. Pero si sólo estamos allí para tomar una copa y bailar un poco, nos iremos a dormir a una hora mucho más prudente. Para evaluar el “efecto discoteca” en los adultos, no hay más que ver la diferencia en las frecuencias de salidas entre solteros o emparejados y casados. Cuando se pierde la expectativa se pierden también sin duda las ganas de salir de marcha.

Finalmente, en el mundo laboral y de los negocios es donde el valor de las expectativas es más evidente y se muestra de manera más salvaje. “Tanto tienes, tanto vales” decía el viejo refrán. Las relaciones en este ámbito están absolutamente centradas en las expectativas de lo que los otros pueden darte. Trabajo, negocio, dinero, posición, etc. Si tu generas en los demás esas expectativas, significa que tienes poder y que eres una persona a la que hay que arrimarse. Todos reirán tus gracias, te invitarán a fiestas y querrán estar cerca de ti. Pero si tienes la desgracia de perder tu posición laboral, tu negocio, o tu cargo político o empresarial, ese día se empezarán a olvidar de ti porque ya no generas expectativas para ellos.

La moraleja es que tienes que aprender la lección y ser capaz de generar en ti  mismo un valor moral, ético o espiritual, que esté por encima de los intereses económicos y que genere en los demás expectativas que les unan a tí. Porque sin tener expectativas y sin generar expectativas no se puede vivir.