LA DÉCADA PRODIGIOSA

1980 marcó sin duda el inicio de lo que todavía hoy se considera la década de oro de la publicidad en todo el mundo. También podemos decir que lo fue para las empresas fabricantes de productos de gran consumo, y por lo tanto para el marketing que constituía el eje central de todas sus estrategias de ventas.

La televisión alcanzó en esos años unos niveles de prestigio y poder de prescripción como nunca antes había conseguido. También la creatividad publicitaria alcanzó su cenit en la década de los ochenta, debido a la gran carga de emocionalidad que inundó todos los anuncios.

Descargar de información al mensaje publicitario, en beneficio de una comunicación más centrada en los conceptos, abrió la puerta al humor y a las propuestas empáticas con los receptores, estableciendo una corriente de inteligencia con ellos.

En todas las encuestas, los espectadortes declaraban preferir la brillantez de los spots televisivos a muchos de los aburridos programas emitidos por las cadenas. Era el sueño de todos los que trabajábamos en la comunicación comercial. Los anuncios encantaban a la gente, lo que hacía felices a los creativos de las agencias, y su alta notoriedad impulsaba las ventas de todos los productos, lo que hacía felices a los anunciantes.

La televisión, con sus niveles altísimos de audiencia y de cobertura era el gran prescriptor. Todo lo que salía en la pantalla del televisor era bueno, tanto para los productos como para las personas.

En España especialmente, con el monopolio de Televisión Española, la importancia del medio era brutal. Un sólo spot en Prime Time de la Primera Cadena un viernes por la noche podía llegar a un total de veinte millones de telespectadores. Podemos imaginar la fuerza del mensaje si lo comparamos con lo que ocurre hoy día, cuando la suma de todas las cadenas públicas, privadas, nacionales y autonómicas no alcanza esa audiencia.


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23 Feb 2024
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