Nuevas metas, nuevas ilusiones.

Mantener viva la ilusión

No hay nada peor que el éxito mal digerido. Basta con que uno se crea que ya ha cubierto todas las etapas y llegado a todas las metas para que en ese mismo momento empiece a debilitarse su poder y su fuerza. Porque para mantener vivas nuestras capacidades es preciso tener siempre un objetivo nuevo ante nosotros: una nueva meta que cumplir, un nuevo camino que recorrer.

Tener un éxito no debe ser el final de una etapa sino el comienzo de otra nueva, porque el éxito nos debe servir de estímulo para crecer y fortalecernos. Este pensamiento está magníficamente expresado en el viejo dicho de que no hay que dormirse en los laureles. El éxito es la mejor plataforma para otros éxitos aún mayores.

El secreto del éxito

El secreto del éxito está en no darlo nunca por alcanzado, en persistir en su búsqueda constante a pesar de los posibles fracasos. Nadie puede ser considerado un fracasado mientras tenga la fuerza necesaria para empezar de nuevo. Las trayectorias ascendentes nunca siguen una línea recta, sino que evolucionan en continuos dientes de sierra, como lo hacen los mercados de valores. La Bolsa sube y baja todos los días, pero los inversores inteligentes saben que su evolución sólo puede medirse a medio y largo plazo.

Lo mismo ocurre en nuestros proyectos personales. Hay días en que todo marcha bien y otros en que nos amenazan todo tipo de desastres, pero sólo cuenta el resultado final y no debemos dejarnos influir ni por los éxitos ni por los fracasos cotidianos, porque siempre serán relativos y circunstanciales.

Las malas rachas

Las mejores empresas atraviesan malas rachas y no siempre éstas se deben a una mala gestión de sus responsables. A veces los productos más brillantes fracasan ante competidores mediocres y es muy difícil establecer si el éxito de unos se debe al fracaso de los otros o viceversa. ¿Por qué triunfó el sistema de vídeo VHS cuando su competidor Betamax era tecnológicamente más avanzado? ¿Por qué hay marcas excelentes que no sobreviven más de diez años y otras de menor calidad resisten cien años en el mercado? ¿Quizá se durmieron en los laureles? ¿Quizá no supieron sobreponerse a un pequeño fracaso circunstancial? Habría que analizar en profundidad cada uno de los casos, pero seguramente en casi todas las ocasiones nos encontraríamos con una mala gestión de los éxitos o con una actitud de desánimo y debilidad frente a los fracasos.

 

 


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3 Abr 2021
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